domingo, 26 de marzo de 2017

Avances sobre el gen PTEN y el cancer

 El 21 de Marzo un grupo de investigadores asturianos del centro de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias (IMONA), junto al instituto universitario de Oncología del Principado de Asturias de la Universidad de Oviedo, además han contado con el apoyo de investigadores de Wellcome Trust Sanger Institute (WTSI) de Cambridge y de la Universidad Técnica de Múnich,  ya que uno de los investigadores es Jorge de la Rosa quien ha realizado su tesis doctoral en Oviedo y actualmente trabaja en Trust Sanger Institute, al igual que Carlos López Otin catedrático de biología molecular en la Universidad de Oviedo, y liderados por Juan Cadiñano director de IMONA,  han identificado cien genes que cooperan con el gen PTEN para frenar el cáncer y en especial el de protasta.
Ya que el gen PTEN tiene la función de evitar el crecimiento descontrolado de las células, evitando así que aparezca los tumores que dan paso al cáncer, pero no trabaja solo, para ello necesita la colaboración de otras células y genes, los cuales todavía no se conoces con exactitud cuáles son, solo se ha sabido en esta investigación que el trabajo lo llevan a cabo en total 100 genes, por lo que ahora habría que abrir una nueva vía de trabajo centrada en la identificación de estos genes ya que esta información facilitaría mucho la forma en que se desarrolla el cáncer  y se abriría nuevos campos para su tratamiento.
De momento se ha experimentado con ratones que presentaban una modificación genética, con los que se comprobó que el gen PTEN es un fragmento de ADN saltarín por lo que se va moviendo al genoma que necesite de su ayuda, (Convirtiéndose así el gen  PTEN en un trasposon) para empezar a luchar contra un tumor  y según explico Juan Cardiñano "Cuando el transposón salta en cualquier célula de estos ratones, se lleva consigo un fragmento de PTEN, provocando la inactivación de este supresor tumoral. Pero además, el transposón puede volver a insertarse en otra región del genoma de la misma célula, creando una nueva mutación inactivadora”.
Así, todas las células en las que el transposón salta y se reinserta tienen dos mutaciones: una de ellas es siempre la misma, la inactivación de PTEN, mientras que la otra es una mutación aleatoria en cualquier otro lugar del genoma, según lo explica Jorge de la Rosa  “Aquellas células en las que la segunda mutación inactiva alguno de los genes que cooperan con Pten para evitar el desarrollo de tumores están más predispuestas a convertirse en células cancerosas”  mientras que el profesor Carlos López Otin concluyo la explicación en que como consecuencia de esta alteración genética se explican numeroso casos de tumores de próstata, piel, mama, endometrio, glándula suprarrenal e intestino, y a la vez también son los lugares donde más trabaja el gen PTEN para evitar que se desarrolle el cáncer, especialmente en los de próstata que lo sufren actualmente 1 de cada 7 hombres.
Aunque también se ha descubierto gracias a la financiación de la fundación María Cristina Masaveu Peterson, el Ministerio de Economía y Competitividad, la Fundación EDP, la Fundación Bancaria Caja de Ahorros de Asturias/Liberbank y la Fundación Centro Médico de Asturias, que este gen también inactiva el 50% de los casos de cáncer endometrial, 40% de los tumores cerebrales, un 20% de los casos de melanomas y un 10% de los tumores de mama o tiroides.
Por último se observó que cuando falta una copia del gen Wac (que normalmente se hereda una de la madre y del padre) los tumores se acelera pero si por algún motivo no se tienen ninguna copia no hay peligro de sufrir tumores.

Por ello según ha subrayado Juan Cadiñanos Este descubrimiento, de confirmarse en humanos, podría tener aplicaciones terapéuticas ya que, en principio, la inactivación completa de Wac en aquellos tumores de próstata que tienen ya inactivado Pten (que son la mayoría), podría frenar el desarrollo del tumor, en resumen, la nueva estrategia ha permitido identificar genes supresores tumorales que colaboran con PTEN para frenar el cáncer y que tienen relevancia clínica.
 Esta aproximación podría aplicarse para identificar genes que cooperen con cualquier otro supresor tumoral conocido”.

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